Durante siglos, uno de los
colores más difíciles (y caros) de obtener era el púrpura.
El pigmento se obtenía de la
mucosa de unos caracoles de mar, y se necesitaban muchos para teñir una prenda.
Era tan costoso que se volvió
sinónimo de riqueza y poder, y en muchos casos, se prohibió su uso fuera de la
realeza.
Hasta que, en 1856, el químico
británico William Henry Perkin encontró por accidente una forma de hacer
pigmento púrpura sintético, mucho más barato... ¡y sin necesidad de caracoles!
(aunque él sólo quería encontrar una cura para la malaria).
Así fue como el color de la
realeza terminó al alcance de todos...
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