Cuando estamos muy concentrados haciendo algo con las manos, varias zonas
del cerebro se activan. Estas zonas son las mismas que procesan el lenguaje y
el habla… y hacen que tu lengua, por reflejo, se mueva hasta salir a saludar.
Aunque es común en los niños, al llegar a la adolescencia las normas
sociales hacen que lo reprimamos.
Pero por más que intentemos ocultarlo, el reflejo nos acompañará para
siempre.
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