Comer es un
placer. La primera justificación que puede llevar a una persona a ingerir
alimentos es la supervivencia, pero “El
hambre emocional es aquella sensación que lleva a comer de forma injustificada.
Sin hambre real, sin motivo o situación real. Se trata de un estado de
"confusión interna", según el cual el sujeto une la comida a las
emociones”.
El aburrimiento,
soledad, estrés, ansiedad, tristeza, ira, enfado, abatimiento, depresión o baja
autoestima son algunas de las emociones y situaciones que llevan con más
frecuencia a una persona a comer de forma impulsiva sin mirar las consecuencias.
Por otra
parte, una mala rutina también aumenta las probabilidades de hambre emocional,
por esta razón es necesario prestar atención con lo que comemos.
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