Parte de la respuesta está en la “simetría”.
Por naturaleza, los humanos percibimos la simetría en el rostro como un
rasgo atractivo. Entre más simétrico, más atractivo.
Pero cuando tomamos, nuestra capacidad para percibir la simetría disminuye
drásticamente. Así, la sutil asimetría que tu cerebro normalmente notaría
empieza a volverse menos evidente hasta pasar desapercibida.
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