El
abismo Challenger, con sus 10.994 metros, es el punto más profundo del océano,
su distancia supera incluso la altura de nuestro Everest. ¿Te imaginas qué tipo
de vida debe existir a esas profundidades y bajo esa presión?.
Sólo
un hombre ha sido capaz de llegar a los 10. 898 metros para hablarnos de sus
oscuridades y sus maravillas gracias a un sofisticado submarino, el Deepsea
Challenger. ¿Su nombre? James Cameron.
Esta
región tiene una longitud de 2.500 kilómetros y se extiende hacia abajo para
alcanzar los 10.994 metros. Puede que incluso más, puesto que el National
Geographic comenta a menudo que pueden sobrepasarse los 11 kilómetros de
descenso.
El
propio James Cameron describió la fosa como un desierto lunar. Como si él fuera
el único habitante de aquel yermo escenario, donde lo paranormal pudiera
asaltarlo en cualquier momento. Sólo pudo ver gusanos, gusanos ciegos adaptados
a aquella terrible presión.
Pues
bien, lo realmente interesante sucedió el año pasado, en el 2013. Un equipo
formado por científicos de la Universidad del Sur de Dinamarca, el Centro de
Investigación Climática de Groenlandia, el Instituto Marino Escocés, la Agencia
Japonesa de Ciencia y Tecnología Marina y Terrestre y el Instituto Max Planck
de Microbiología Marina, enviaron un nuevo batiscafo – pero esta vez sin nadie
en su interior- descubriendo algo asombroso: el abismo Challenger está lleno de
vida.
¿Qué
clase de vida? Te preguntarás. Vida microbiana. Para asegurar que esto era
posible lo que se hizo fue medir el consumo de oxígeno. Los datos fueron
impactantes: en ese abismo el consumo de oxígeno es mucho mayor que en la
superficie. Aún no se ha podido determinar qué tipo de microbios pueden existir
en aquel recóndito lugar -animales
abisales, como la Macropinna microstoma o pez de cabeza transparente– sólo
aparecen en estratos más superiores, pero lo que se encuentra en esas capas más
profundas, frías y escondidas, tiene emocionada a toda la comunidad científica…
y a curiosos como nosotros.
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