A finales del siglo XIX, los lápices Hardtmuth eran de los mejores del
mundo.
Pero tenían un problema: todos los lápices buenos de la época se veían
igual.
¿Cómo sobresalir? Tuvieron una idea: Un lápiz de lujo, fácil de reconocer
por su color único, el amarillo. (Esto se dio en la Exposición universal de
París en 1889.
Fue un rotundo éxito. El lápiz amarillo de Hardtmuth se convirtió en un
artículo de estatus, todos querían uno (o una copia de uno).
Poco a poco, la competencia empezó a imitar el color amarillo para usarlo
en sus propios lápices… hasta saturar al mercado.
Y así, lo que en algún momento fue un símbolo de lujo y estatus, terminó
convirtiéndose en lo más común del mundo.
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