lunes, 30 de octubre de 2017

¿POR QUÉ ES TAN DIFÍCIL DISCUTIR?

Cuando discutimos, solemos partir de tres supuestos erróneos:

-          Yo estoy bien, tú estás mal.
-          Sé cuáles son tus intenciones.
-          La culpa es tuya, no mía.

El problema es que la otra persona parte de los mismos supuestos erróneos:

-          Tú estás mal, yo estoy bien.
-          Sé cuáles son tus intenciones.
-          La culpa es tuya, no mía.

El resultado: una guerra de mensajes donde nuestro único objetivo es convencer al otro de que estamos bien.

Este tipo de discusión no solo no genera un cambio, incluso puede inhibirlo.

Para persuadir a alguien, primero hay que entenderlo:
-          Yo estoy bien (dejar la certeza).
-          Y abrazar la curiosidad (¿por qué piensa eso?, ¿qué siente?, ¿qué lo llevó a ver el mundo así?).

No significa que todos los puntos de vista sean válidos o que debas renunciar a lo que crees o piensas… significa que cuando entiendes al otro es más fácil encontrar un punto en común. 

Y a partir de ahí, buscar soluciones.



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